Suena el teléfono. Es Ella.
Ese Ser que me susurra de sus problemas, de sus Alegrías.
Añoranzas, Esperanzas, Recuerdos, Extrañezas, Ausencias...
Vuelve a sonar.
Hablamos de fechas pasadas y se escapa alguna futura.
De algún sueño que quedó en el tintero, que no tiene dueño,
ahora reclamado por los dos.
Tal vez, puede ser, quizás, a lo mejor... Se termine de construir.
Suena el teléfono rojo. La linea directa del fijo de mi casa y el frente. Ese número prohibido que solo Ella conoce, para decirme, para hablarme, para reclamarme, para encontrarme.
Ha estado mudo durante un tiempo, pero lo recordó. Volvió a marcarlo como marcado aún, tiene su cuerpo de mi cuerpo.
Me habla de lo Humano. De necesidad, de deseo, de algo que olvidó en la mesita de noche junto al paquete de Marlboro, los condones, los boxers y sus bragas. Su corazón.
Me recuerda las noches que pasabamos atrapando Lunas, el reflejo de nuestros cuerpos en el espejo del armario, de nuestros cuerpos mojados en Amor, de las escapadas furtivas para vernos cuando estaba lejos, de los besos que les debo, y las caricias no dadas. Los abrazos pendientes.
Me reprocha si he caido en algunos brazos en su ausencia. Callo.
Vuelve a sonreir picarona, para decirme que me ha esperado. Dice que ahora ve más con el Alma que con los ojos, que está buscándome con el tacto, en el olor, en el recuerdo del eco de mis pasos...
Me recuerda que aún duerme abrazada a mi sudadera verde. Que aun huele a mi, a los dos. No quiere dovolvermela.
Vuelve. Quiere recuperar lo que es Suyo.